Conforme se iban dando a conocer las elecciones, la frustración se apoderó del chico. Tres bases como Tyreke Evans, Ricky Rubio y Jonny Flynn le adelantaban a toda velocidad por izquierda y derecha. Incluso en Stephen Curry, número siete, se está asomando un base potencial. Brandon tuvo que esperar a la décima elección para poder saludar a David Stern.
En los días previos estuvo BJ intentando dinamitar a su manera la elección de Ricky, rival por un puesto de privilegio en el draft y antiguo compañero de andanzas baloncestísticas en Europa. Dudaba del potencial del español para ofrecer en la NBA todo lo que el colorín y el destello mediático apuntaban. Reconoció que se equivocó y pidió disculpas por su comportamiento.
Lo cierto es que Ricky todavía tiene que demostrar una elección tan alta. A Rubio le soplará el viento en contra cuando decida incorporarse a Minnesota o al equipo que aguarde con paciencia su llegada. Tendrá que luchar Ricky contra el mismo recelo que despertaba Jennings hace unos meses.
Muchos ahora se pueden sorprender del importante papel del jugador de los Bucks, con un impacto más allá de la mera estadísitica. Si mantiene una velocidad de crucero no habrá rookie que le tosa, salvo que el "salvador" Blake Griffin saque a sus Clippers de la penumbra. Simplemente habría que echar la vista atrás para evaluar la repercusión que tendría Brandon en la NBA. La hemeroteca nunca falla. Muchas palabras bonitas para incidir en el perfecto encaje en el estrellato.
Hay una serie de factores a analizar para no quedarse en la superficie del "asunto Jennings". Se le odia por irse a Europa y convertirse en profesional para huir de un cuarto examen de acceso a la Universidad. El cambio de la normativa ahora no permite pasar directamente del Instituto a la NBA, obligando a pasar por el filtro universitario al menos un año. Modificación en las reglas para evitar un éxodo temprano de jugadores bisoños y con al menos una hora de cocción por delante.
Penalizada su opción europea, a Jennings sólo le quedó aguardar recogido en Roma a que pasase una temporada finalizada sin brillo alguno. Vio mundo, la profunda Europa, probó la mejor pasta y dio clases más o menos eficaces de italiano. Todo ello formará parte de su equipaje cultural avanzando un puntito en su madurez.
Otra clave en esta historia es la interrogante que se plantea sobre el sistema educativo estadounidense, que premia con becas a los deportistas más sobresalientes que no son seducidos por el estudio y a los que tampoco se les supervisa su aprendizaje. Brandon Jennings falló hasta en tres ocasiones su examen de acceso a la Universidad. Alguien debería hacérselo mirar.
Mientras tanto, para el orgulloso Jennings se hace justicia.