sábado, 28 de marzo de 2015

Los Rockets tientan a Llull


Hace ya seis años que Sergi Llull fue seleccionado en el draft de la NBA. Fue Denver Nuggets quien decidió emplear su pick 34 para rellenar la casilla con el nombre del 23 del Real Madrid. Enseguida la franquicia de Colorado hizo cambio de cromos con los Houston Rockets, que han mantenido sus derechos durante todo este tiempo.
Lo que al principio eran tibios intentos sin demasiada convicción y, sobre todo, base económica, han ido desembocando por las noticias que nos llegan en un interés real y con fundamento.
El equipo texano se ha tomado muy en serio su construcción a medio plazo y ha enviado ojeadores de manera nada esporádica al Palacio de los Deportes con el ánimo de seguir las evoluciones del madridista. El GM de Houston Daryl Morey siempre ha visto en Llull un buen complemento de banquillo, enérgico y con habilidad para atravesar la cancha en velocidad, buscar un primer pase y refugiarse en una esquina o intentar una de sus atléticas entradas a canasta.
Según las informaciones los Rockets pondrían encima de la mesa una cifra entorno a los 17 millones de dólares en un contrato por tres temporadas, lo que permitiría a Sergi el pago de la cláusula de salida sin agobios. Llull siempre le ha cerrado la puerta a la NBA seguramente sometido por el asunto económico, que suele marcar una gravosa carga para el jugador. Todos recordamos las circunstancias en las que se fue Juan Carlos Navarro, lastrado por un sueldo muy bajo en Memphis que le impedía hacer frente a sus obligaciones contractuales con el Barça, a pesar de la negociación que facilitó su marcha. En este caso Llull parte de una generosa cifra que le otorga una plácida tranquilidad.
Otro asunto es el impacto de Sergi en la NBA. Estamos ante un jugador que ha sufrido una evolución forzada en los últimos años. Se había asentado como escolta anotador hasta la llegada al banquillo blanco de Pablo Laso, que quiso recuperar sus condiciones como base, explorando más alternativas y brindando a su equipo de un arma ofensiva en la conducción de juego, contraponiendo su perfil al de Sergio Rodríguez, con mayor visión de juego y con menor tentación natural al lanzamiento a canasta. Fue una decisión criticada, ya que se especulaba con una posible caída de influencia en el juego por parte de Llull, que limitaría sus puntos desde su nueva posición al tener que preocuparse de crear situaciones de juego para los demás.
El perfil de base en la NBA es diverso, y hay cabida para el playmaker egoísta "me-first scorer" que encontramos por ejemplo en Westbrook (aunque ahora vive imbuido en su eterno triple-doble para satisfacción personal), o aquél que asiste y no tira. En este último apartado viene a mi memoria Jamaal Tinsley, capaz de entregar en un solo partido 15 asistencias y no intentar ni un lanzamiento. Por condiciones naturales Llull aparecería más próximo al primero de los perfiles, pero su reconversión al estilo NBA le acercaría a un rango intermedio. No le iba a quedar otro remedio si quiere sobrevivir. Un anotador de rachas como él correría el riesgo de establecerse como Rudy Fernández, un especialista sólo escogido por su habilidad por pegarse a la raya del triple y embestir la canasta en las limitadas opciones de pase que reciba.
El propio Llull ha reconocido las conversaciones y no ha negado por primera vez su voluntad de irse. Es el primer paso para verle vestido como "rocket".

lunes, 23 de marzo de 2015

El adiós de Steve Nash


No ha sido ninguna sorpresa el anuncio de la retirada de Steve Nash como jugador de baloncesto. Nash lo hacía público de manera oficial a través de una emotiva carta en la que abría su interior, sus sensaciones, ofreciendo pinceladas de una extensa carrera con los grandes y de la que se lleva dos trofeos MVP.
El paso a la NBA no fue sencillo. Después de una alta elección en el draft por parte de los Phoenix Suns (puesto 15) debió enfrentarse al rechazo de una parte significativa de la afición de la franquicia texana, que no veía con buenos ojos que los Mavs se hubieran decantado por un base blanco aparentemente enclenque. Muchos querían recordar a Bobby Hurley, aquel rutilante "playmaker" de la Universidad de Duke que fue abrazado por el público de Sacramento antes de perder el paso de su carrera tempranamente asolado por las lesiones. Cierto es que la gerencia de Phoenix le mezcló con Kevin Johnson, Jason Kidd y Sam Cassell, por lo que su lucha por minutaje en el backcourt resultaba desigual. Vista su escasa influencia en el juego, los Suns movieron ficha y traspasaron al canadiense a los Mavericks, donde el tiempo de cancha en el puesto de base se repartía entonces entre el insulso Khalid Reeves y un Robert Pack cuyo momento de gloria había pasado. El escenario resultaba por tanto propicio para enseñar las cualidades que había mostrado en la Universidad de Santa Clara y de las que habían tomado nota un puñado de "general manager".
De aquel dueto poco edificante de Dallas sobrevivió Pack, que no ejerció fuerza suficiente para arrebatarle la progresión a Nash, que poco a poco se hizo con las riendas de Dallas en clara sintonía con un alemán recién llegado a la liga llamado Dirk Nowitzki. Juntos conformaron una pareja letal en el ataque texano, liberando a los aficionados de los Mavs de la atonía en la que se habían instalado. Fue creciendo de forma sorprendente ofreciendo unas prestaciones en el apartado estadístico que hicieron temblar los cimientos del despacho de aquellos que decidieron enseñarle la puerta de salida en Phoenix.
Pero la vida deportiva da muchas vueltas, y su camino de retorno a los Suns se hizo efectivo seis años después de su marcha. Su proyección no cesó y volteó pronósticos siendo elegido dos veces como jugador más valioso de la liga. Algunas voces criticaron esos galardones al entender que había más chispa que llama ardiente real en el juego de Nash, aunque la verdad es que hoy el bueno de Steve descansa con dos bonitas copas en su vitrina de premios.
Su espíritu competitivo no le había dado un anillo de campeón, por lo que decidió aceptar el ofrecimiento de Kobe Bryant y los Lakers para unirse a un róster ganador. Desgraciadamente nada fue bien en su etapa en Los Angeles, plagada de desgracias deportivas y de lesiones que le impidieron rendir a nivel mínimamente satisfactorio. Su despedida, sabida hace mucho aunque confirmada hoy por el propio interesado, supone el adiós de un tipo que será miembro del Hall of Fame y que será incluido en la élite de los quintetos históricos de la NBA.

miércoles, 18 de marzo de 2015

El "tanking" de los Sixers


Antes del inicio de temporada una serie innumerable de análisis de las plumas más edificantes en contenido baloncestístico al otro del charco encerraban con llave las tesis del general manager de los Sixers, Sam Hinkie, a la hora de encarar el presente de su equipo. Despojado de todo valor competitivo actual, el gestor de los designios de la franquicia de Philadelphia se ha ido deshaciendo de veteranos con contratos altos, eludiendo el paso por la agencia libre, y rebajando la masa salarial hasta límites alarmantes traspasando cualquier atisbo de talento en su roster. De este modo fue eligiendo destino al mejor rookie del año pasado Michael Carter-Williams no viendo esperanzas de construcción entorno a su figura, y aceptando elecciones de draft para una colección que copará la tabla de los próximos veranos.
Hinkie se afanó hace unas semanas en explicar ante los medios y a las claras que el verdadero objetivo planteado desde que tomó posesión de su cargo, hace un par de años, no era sino construir desde los cimientos, que un equipo que aspira a lograr un anillo lo hace sobre la base de las 55 victorias de manera anual. Para ello necesita a los mejores, y ante la escasa voluntad de la élite actual de asomar por la puerta del Wells Fargo Center, la guía nace en los mocetones universitarios. Sus maniobras arriesgadas están hartando de paciencia a sus aficionados y a los dirigentes de la liga, que han intentado vía normativa acabar con esta práctica conocida como "tanking", y que se inspira precisamente en disponer de una plantilla de inferior valía deportiva a la del resto para asegurarse el peor resultado global y gozar de más opciones en la lotería del draft.
En el erial de los Sixers sin embargo los hay que pretenden utilizar este escaparate ideal para enseñarse y mostrar su valía. Al tiempo que crece pacientemente como jugador Nerlens Noel, tipos desarraigados como Robert Covington, Hollis Thomson o Mbah A Moute aprovechan sus minutos para redondear sus números. Y están consiguiendo ganar algún que otro partido, poniendo las cosas difíciles y permitiendo a otras franquicias como Lakers o Knicks arrimarse al número 1 del próximo draft. Ni en Los Angeles ni en New York tenían previsto encontrarse en esta situación a estas alturas de temporada, pero con todo perdido ya han apostado por la reconstrucción casi al mismo nivel que Philadelphia.
El experimento de Phil Jackson en el Madison con Derek Fisher en el banquillo ha resultado un fiasco, y no se ha visto ni una pequeña sombra de aquel triángulo ofensivo que tantos réditos le ha dado al "maestro Zen" en el pasado. Lo de los Lakers es para mirárselo, porque el fracaso viene dado por una nefasta planificación a medio plazo por parte de la gerencia, que no ha querido o podido anticiparse a la brillantina perfumada sin talento en la que han transformado poco a poco a la franquicia angelina. Y todavía había quien miraba mal a Gasol en aquel graderío...
El caso es que hay una serie de equipos que, contra pronóstico, pelearán con los Sixers por ser el peor de la temporada, y el mejor en la lista de elecciones del draft próximo. Suerte para todos.

martes, 17 de marzo de 2015

El irreductible Felipe Reyes


El graderío madridista aplaude con las palmas de las manos enrojecidas a un bravo jugador. La estima del aficionado blanco por Felipe Reyes es indudable, forjada como las espadas de la antigüedad.
Desde chiquillo apuntaba maneras, y se le vio una calidad superior a la de su hermano Alfonso, que se mantuvo en la élite del baloncesto español a base de un juego rocoso. Felipe tenía algo más, una sutilidad que hizo a algunos entrenadores y visionarios ver en él a un alero completo alejado de su hábitat natural bajo los aros. En Estudiantes se trabajó durante un tiempo en su lanzamiento exterior sin encontrar respuesta. Igual que su hermano, suplía la falta de centímetros con coraje. Los fundamentos los fue adquiriendo poco a poco. Su penoso tiro desde la línea de personal ha evolucionado al punto de convertirse en una disciplina amable para él, siendo ya completamente fiable desde esa distancia. Lo del triple lo olvidó buena parte de su carrera, aunque ahora se prodigue en algún que otro intento travieso. Sus acciones capitalizan buena parte del fervor del público, y ha ido superando desengaños con ciertos entrenadores que han querido hacer de él una pieza de coleccionista antes de tiempo. Se le echó de menos el pasado Eurobasket. Todavía no se ha enfriado la silla sobre la que reposó la mayor parte de la competición.
Con 35 años está demostrando que su momento no ha pasado, su fortaleza mental hace ganar enteros a un equipo que siempre le necesita, más en el sosiego y caraja que ataca a los grandes equipos de vez en cuando.
Felipe es miembro de la generación de juniors que se encaramó a lo más alto en 1998, aquella que obtuvo en Eurobasket en Varna y un año después liquidó a la selección estadounidense en una final para el recuerdo en Lisboa. Escudero entonces de las estrellas Navarro y López en un combinado en el que todavía no despuntaba Pau Gasol y Calderón apenas gozaba de minutos. Ellos han resistido el peso de su propia proyección.
Ya se habla de renovación inminente cuando hace alguna temporada el viento quiso silbar, inspirado por personalistas gestores de banquillos, una retirada por vejez prematura. A ellos les llega este sopapo estadístico que coloca a Felipe en el mejor nivel de la competición. Como diría el gran Andrés Montes...¡Felipe!

lunes, 16 de marzo de 2015

Mirotic da un paso al frente


Uno recuerda un descanso de un partido no hace muchos años en el Palacio de los Deportes de Madrid. Cuando los dos equipos dejaban a los espectadores en la soledad de sus pensamientos y el análisis de las jugadas de los dos primeros cuartos, un espigado chaval imberbe saltaba a la cancha para, en compañía de un preparador del Real Madrid, ponerse a lanzar a canasta desde siete metros y practicar el juego de pies en el poste bajo. Explicaba a mi acompañante que se trataba de Nicola Mirotic, una de las grandes promesas del club blanco y seguramente de la selección española. En el primer caso el supuesto se hizo realidad, con un fugaz paso del anonimato a la línea de vanguardia en el primer equipo. La segunda de las premisas está en el limbo de las respuestas insatisfechas. Pesa sobre ella una politización que desvirtúa lo meramente deportivo en un cruce de declaraciones, de promesas en apariencia no cumplidas, y de la irrupción necesaria y obligada del asimilado como nacional Serge Ibaka. Con la normativa vigente los dos no pueden completar la misma plantilla de seleccionados, y requiere una elección excluyente que ha dejado la patata caliente de forma permanente en la Federación y el entrenador de turno. Al margen de su pésima gestión en el combinado nacional, Orenga quiso arrimar su estandarte acusando a Mirotic de negar su participación en el pasado Eurobasket. Ahí queda. Pero Mirotic parecía más dispuesto a afrontar su desembarco en la NBA que en sacar cuchillos en una pelea de callejón oscuro.
Y al margen de estos problemas, Mirotic se ha ido liberando de presiones y de obligaciones morales para centrarse en la adaptación de su juego a la nueva exigencia. Una liga tan física como la NBA abandona pronto a los chicos técnicos poco sacrificados. Los Bulls creados alrededor de un amante de la defensa como Thibodeau no dan pie a estridencias ofensivas sin posterior sprint para bajar el trasero. No se ha caracterizado nunca Mirotic por sus prestaciones en propia cancha, y ha sufrido para estar al nivel requerido. Su falta de minutos inicial ha estado ligada más a ese aspecto que al de la colocación como ´3´ó ´4´. La presencia de Noah y Gasol favorece sus recursos bordeando la línea del triple, y la ausencia de uno de los dos le acerca al aro sin más. No hay más lucha táctica que ésa. Chicago necesita sus puntos y Thibodeau le reclama ahora por su buen hacer y por las lesiones que han ido despojando a los Bulls de la etiqueta de favorito.
Los números de Mirotic han ido creciendo en el último mes, justo después de pasar el dichoso "rookie wall" por el que todo novato pasa, y sobre el papel anda en un nivel de jugador experimentado y con galones. Supera los veinte puntos y ocho rebotes acreditando un crecimiento mayúsculo justo cuando su equipo se acogota.
Aquellos ensayos del ayer en la cancha madrileña mostraban mucho del espigado jugador, y existía entonces un empeño por lanzar desde la lejanía. En su cabeza ya estaba sin duda la NBA.

miércoles, 11 de marzo de 2015

El modelo Kentucky Wildcats



De vez en cuando uno profundiza en los nuevos talentos que esperan su sitio en la NBA a través de la cuna de la NCAA. Dentro del actual panorama universitario nos topamos con los irredcutibles mozos de Kentucky Wildcats, que bajo las órdenes de John Calipari, están resolviendo su temporada con el casillero de derrotas a 0, con 31 victorias que les llevan lógicamente a llevarse el título este curso. Han ido minando la moral de los rivales hasta el extremo de endosar tremendas palizas a equipos teóricamente fuertes como UCLA, siguiendo las directrices de ataque enérgico y defensa muscular. El estilo y los resultados de los Wildcats obedecen a un modelo implantado por Calipari a su llegada a la Universidad.

Calipari llegó a Kentucky tras pasarse casi una década dirigiendo a la Memphis con cierto éxito y aportando grandes jugadores a la NBA como Derrick Rose o Tyreke Evans. Ya había estado en primera línea con los grandes, dirigiendo durante cerca de tres temporadas a New Jersey Nets, y permaneciendo algún tiempo más como asistente. Como formador de promesas recién llegadas ideó un modelo que le iba a inspirar en la gestión universitaria posterior. Trataría de reclutar a los jugadores de High School con su fase de maduración aparentemente realizada, aquéllos que de no existir la normativa que impide el salto directo de Instituto a NBA habrían solicitado entrada en el Draft. Deportistas completos con escasa vocación universitaria y con hambre de ser seleccionados a los pocos meses de enseñar su talento.
El prestigio deportivo de Memphis no le permitía un grado de convicción necesario para alcanzar lo deseado, pero con la oferta de Kentucky su proceso tocaría lo diseñado en su cabeza.
La temporada de estreno de John Calipari al frente de los Wildcats, en el curso 2009-2010, vio la irrupción de John Wall, DeMarcus Cousins o Eric Bledsoe, que según el plan únicamente se quedaron ese año. Posteriormente la misma línea han seguido Brandon Knicght, Anthony Davis, Nerlens Noel o Julius Randle, con impactos (salvo los dos últimos) muy importantes en sus respectivos equipos. Talentos por pulir todavía pero joyas en bruto sobre los que la población de "general manager" de la NBA proyectan desarrollar sus franquicias como líderes en cancha.
El modelo de Calipari le está reportando un triunfo personal de valor incalculable, transportando sus principios atléticos a chicos de ida sin vuelta. A los jugadores les beneficia como foco de atención y atracción sobre sus cualidades, haciendo gala de la promesa de una vida mejor y una cartera repleta de billetes. Y en último lugar a la Universidad de Kentucky le otorga una gloria efímera en el paraíso de la Comunicación, un aliciente para futuros candidatos y algo que enseñar a los indecisos a la hora de elegir su centro de estudios universitario. Todos ganan, salvo quizá unos deportistas que no terminan un periodo formativo que puede serles de gran utilidad en el caso de que su carrera se trunque por falta de encaje en el profesionalismo o por una simple e inoportuna lesión.
Es el modelo Calipari.


viernes, 6 de marzo de 2015

Westbrook y el triple-doble


En los Estados Unidos se valoran las estadísticas por encima de otros muchas cosas, y en la NBA este indicativo crece de manera exponencial. Tanto que en la gerencia de un puñado de equipos se ha ido colocado estratégicamente a personas que cifran el valor de los jugadores en función de los parámetros estadísticos, dejando en segundo plano otro tipo de impactos en el conjunto.
Los jugadores son conscientes de que el "engorde" en tales aspectos supone un plus en su hoja de servicios, algo que añadir a la hora de reclamar mejoras salariales o un nuevo contrato. Al cabo de semanas o meses poco importará que su equipo haya ganado o perdido un partido si los guarismos se han elevado por encima del resto. Un jugador con triple-doble cuenta con carta blanca al partido siguiente para lanzarse las zapatillas o elegir el ataque. Aquí entra Russell Westbrook, un tipo que ha ido evolucionando desde su incursión en la liga. En su escasa etapa universitaria en la prestigiosa UCLA, apenas dos temporadas, se le había conocido como experto defensivo, aupando eso sí en partidos vitales su aportación anotadora. Siendo el tercer anotador tras Kevin Love y Darren Collison, su llegada no hacía presagiar el status del que ahora goza. La carrera de su rival en minutos en UCLA, Collison, ha ido difuminándose entre lesiones y decisiones técnicas, mientras que la alianza de Westbrook con Durant en Oklahoma le ha proporcionado réditos inesperados por aquéllos que se empeñaban en catalogarle como "especialista defensivo con prestancia ofensiva".
Cierto es que las recientes ausencias de Durant, el líder de los Thunder, le han empujado a la primera línea con todas las consecuencias. Westbrook se ha arrogado la condición de "todopoderoso" en cancha, decidiendo por encima del criterio de Scott Brooks en múltiples ocasiones. Su compromiso con el equipo está implícito en su juego, aunque últimamente se percibe un ansia por superar su propia estadística, y de paso sugerir una posición igualitaria a la que se encuentra Durant. Dicen que la relación entre ambos no es la misma, que el guante blanco se ha ido ensuciando con el paso del tiempo. Gran parte de culpa la tiene la baja de Durant y el rango deportivo y mediático al que ha accedido Westbrook, poco dispuesto a aflojar ahora que ha batido récords y que se ha puesto casi en paralelo en la Historia con Jordan en lo que a triples-dobles consecutivos se refiere. Si algo puede enturbiar el futuro de ambos en Oklahoma es la gestión de su lucha de egos, y el amor por la estadística de Westbrook.

martes, 3 de marzo de 2015

La peor cara del baloncesto


Hace ya algunos años en la cancha del Auburn Hills de Detroit tuvo lugar un incidente que marcó un antes y un después en cuanto a la disciplina sancionadora y el comportamiento de jugadores en la NBA. Un duelo de matones digno de la peor zona de la ciudad y en el que estuvieron involucrados también espectadores. A la liga no le tembló el pulso a la hora de repartir sanciones y por ejemplo a Artest se le suspendió por el resto de la temporada eludiendo también su hipotética participación en playoffs. Su equipo, Indiana Pacers, le perdió por setenta y dos partidos más los que disputó más allá de la "Regular Season". De aquéllo han pasado diez años y nunca se ha vuelto a ver una actuación semejante.
Este fin de semana en Bilbao hemos atendido con estupefacción a una pelea de matones entre el equipo local y el Baskonia en un derbi vasco que a alguno se le fue de las manos, literalmente. Con los nervios a flor de piel no se supo manejar una situación que se tornó violenta y que transformó a los espectadores de un partido de baloncesto en seguidores del más crudo boxeo callejero. Uno de los principales implicados, Tornike Shengelia (con pasado NBA), reparó en que un chiquillo sentado en primera fila había sido testigo directo del altercado a unos centímetros. Lloraba desconsolado después del visionado de algo que seguramente no habría visto nunca, porque en su casa en su presencia se verá programación infantil y algo de deporte. Shengelia, una vez calmados los ánimos, se acercó a darle un beso y a disculparse. Sin duda una acción que le honra aunque no sirva de eximente para los hechos precedentes. Vemos cómo han salido comunicados oficiales de los dos equipos condenando lo sucedido y los actores entonan el "mea culpa". La ACB pide un cambio de reglamentación que deja poco margen para determinar sanciones ejemplares, con castigos tasados poco severos en la cuantía económica o en lo meramente deportivo. Una legislación obsoleta que data de 1990. Como siempre se espera a una alarma social en forma de imágenes lamentables para echarle un vistazo a la normativa.