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viernes, 6 de marzo de 2015

Westbrook y el triple-doble


En los Estados Unidos se valoran las estadísticas por encima de otros muchas cosas, y en la NBA este indicativo crece de manera exponencial. Tanto que en la gerencia de un puñado de equipos se ha ido colocado estratégicamente a personas que cifran el valor de los jugadores en función de los parámetros estadísticos, dejando en segundo plano otro tipo de impactos en el conjunto.
Los jugadores son conscientes de que el "engorde" en tales aspectos supone un plus en su hoja de servicios, algo que añadir a la hora de reclamar mejoras salariales o un nuevo contrato. Al cabo de semanas o meses poco importará que su equipo haya ganado o perdido un partido si los guarismos se han elevado por encima del resto. Un jugador con triple-doble cuenta con carta blanca al partido siguiente para lanzarse las zapatillas o elegir el ataque. Aquí entra Russell Westbrook, un tipo que ha ido evolucionando desde su incursión en la liga. En su escasa etapa universitaria en la prestigiosa UCLA, apenas dos temporadas, se le había conocido como experto defensivo, aupando eso sí en partidos vitales su aportación anotadora. Siendo el tercer anotador tras Kevin Love y Darren Collison, su llegada no hacía presagiar el status del que ahora goza. La carrera de su rival en minutos en UCLA, Collison, ha ido difuminándose entre lesiones y decisiones técnicas, mientras que la alianza de Westbrook con Durant en Oklahoma le ha proporcionado réditos inesperados por aquéllos que se empeñaban en catalogarle como "especialista defensivo con prestancia ofensiva".
Cierto es que las recientes ausencias de Durant, el líder de los Thunder, le han empujado a la primera línea con todas las consecuencias. Westbrook se ha arrogado la condición de "todopoderoso" en cancha, decidiendo por encima del criterio de Scott Brooks en múltiples ocasiones. Su compromiso con el equipo está implícito en su juego, aunque últimamente se percibe un ansia por superar su propia estadística, y de paso sugerir una posición igualitaria a la que se encuentra Durant. Dicen que la relación entre ambos no es la misma, que el guante blanco se ha ido ensuciando con el paso del tiempo. Gran parte de culpa la tiene la baja de Durant y el rango deportivo y mediático al que ha accedido Westbrook, poco dispuesto a aflojar ahora que ha batido récords y que se ha puesto casi en paralelo en la Historia con Jordan en lo que a triples-dobles consecutivos se refiere. Si algo puede enturbiar el futuro de ambos en Oklahoma es la gestión de su lucha de egos, y el amor por la estadística de Westbrook.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Cuestión de liderazgo


Un liderazgo se gana en la cancha con algo más que posturas y palabras de más al término de un partido. Significa el respeto de los que sudan la camiseta, de los que miran al "macho alfa" con absoluta confianza. Un liderazgo no se disputa a base de tirar hasta las zapatillas último modelo y no mirar a los lados.
Algo que hablar sobre el nuevo cambio de estilo de Westbrook, que ha entendido a medias estos conceptos. Hay diferencias de opinión sobre Russell que pueden ser discutidas en el fondo de un vaso con hielo al amanecer y seguirán sin quedar claras, pero existen una serie de puntos que se detienen en el punto común.
El base de los Thunder ha superado ampliamente a estas alturas de temporada el total de asistencias repartidas el curso pasado, centrado más en su lanzamiento a canasta que en crear buenas situaciones de tiro para sus compañeros. Aquí lo indiscutible, las líneas divergentes se pueden empezar ya a trazar.
Se le culpó de no saber llevar a su equipo en los momentos más calientes. En cierta medida hay razones para dar razón a aquellos críticos, observando unas estadísticas que no engañan. Los números suelen servir para dar o quitar peso a los argumentos, y en el caso de Westbrook encontramos ejemplos de egoísmo. El empuje de Durant, infatigable en su esfuerzo anotador, hizo quizá crecer el ansia de reconocimiento al antiguo base de UCLA, que descubrió la gracia de encestar con profusión en su paso a profesionales. Y la fórmula más rápida para adquirir ese reconocimiento consiste en anotar mucho, en el engorde de la casilla de los puntos, a costa de otros apartados. Su media de asistencias descendió de 8 a 3 por choque, y de ello quien se resintió fue el colectivo, que comprobó cómo el juego de ataque lo aglutinan Durant y Westbrook. No hubo demasiados balones de mñas ni para Harden ni para Ibaka, obligados a crearse sus propios tiros. El primero se fue a Houston para mayor gloria logrando ser all-star, y el pívot español esta temporada está explotando su arduo trabajo veraniego en aras de convertirse en un jugador más completo.
Si uno quiere que su equipo gane siempre tiene que ceder una parte de sí mismo al resto. Lebron se empeña en ser mejor a base de constantes mejoras en todas las facetas y en ser generoso, tendiendo la mano a Wade y Bosh para que alcancen su cuota. Gana el individuo y el colectivo. Los Heat son mejores que hace dos años porque cada uno asume su rol, algo que a día de hoy sigue en discusión en Oklahoma, donde el viento a favor propicia que no haya desertores. Veremos lo que pasa cuando sople viento de costado...

jueves, 10 de enero de 2013

Los Supersonics de nuevo


Los hermanos Maloof dejarán de ser dueños de los Kings
Distintas circunstancias ocasionaron hace cuatro años el cierre por defunción de los Supersonics, la franquicia con sede en Seattle que adornó su extensa carrera en la NBA con un subcampeonato. Corría el año 1996, y fue George Karl el que llevó al equipo a una cota inédita, hincando la rodilla finalmente ante los entonces todopoderosos Bulls.
El coste de mantener a los Sonics en el estado de Washington produjo una serie de desencuentros que provocaron la salida rumbo a Oklahoma City, que ha visto crecer a un talentoso y joven roster construido sobre la base existente en Seattle, liderados por Kevin Durant.
Desde el mismo instante de la partida los rumores acerca de una vuelta han ido apareciendo a cuentagotas. Toda pista sobre la venta posible de una franquicia tenía un punto común, el interés del supuesto comprador en devolver a Seattle el baloncesto NBA. Nada de eso se hizo realidad.
Sacramento ha vivido en el último lustro, coincidiendo con la marcha de los Supersonics, su particular calvario a nivel deportivo e institucional, donde la política ha jugado un papel clave en el día a día de un equipo regido por los controvertidos hermanos Maloof, odiados por la gerencia de la liga y por otros tantos propietarios y personas vinculadas a la liga. Podemos incluir en la lista a Kevin Johnson, excelso jugador y actual alcalde de la capital de California. Su relación con los dueños de los Kings ha ido siguiendo una trayectoria de subidas y bajadas, y ahora se pone punto y final con la más que presumible marcha del equipo lejos de la ciudad. Un millonario de nombre Chris Hansen ha acordado la compra de la franquicia con visos de alojarla en Seatlle.
Realmente tampoco significaría la primera mudanza de los Kings, que han sido locales en canchas de Rochester, Cincinnati y Kansas City. Su apellido fue primero el de Royals, y su logo e imagen han sufrido modificaciones importantes. Su camino no ha sido especialmente bondadoso, conocido y añorado por su juego de ensueño a las órdenes de Rick Adelman, pero también recordado por contar con jugadores de corte problemático y sus disputas internas.
No parece que haya problemas en que Hansen logre reubicar su proyecto en Seattle con su original Supersonics. Hay un pacto del propietario de los Thunder para ceder simbólicamente, no sé si gustosamente, su nombre y sus colores verde y blanco en el caso de que la ciudad recuperase el baloncesto. Años después, no demasiados, el aficionado que lloró la marcha de los Sonics puede volver a sonreir. Les toca ahora agarrar los pañuelos a los fans de los Kings, que deberán utilizar sus cencerros para animar otra actividad deportiva. Aunque en la NBA no hay guión que no se pueda borrar, y quién sabe si el bueno de Kevin Johnson geste en la sombra algún acuerdo con un tipo acaudalado para retomar el basket si hay ocasión. Lo que está claro es que en Sacramento hay afición, el mismo argumento que hace que un pabellón Seattle encienda próximamente las luces para seguir las evoluciones de un balón, dos canastas y diez jugadores vestidos de corto. Adios señores Maloof, bienvenido señor Hansen.