jueves, 11 de diciembre de 2008

Piel de camaleón

La naturaleza de la NBA evidencia la consideración de mercenarios de las pequeñas piezas del puzzle que son los jugadores. Es como se suele decir en plena temporada de traspasos: "hoy estás aquí y mañana puedes estar en cualquier otra parte".
Recuerdo la broma que un tipo falto de escrúpulos le gastó al brasileño de los Suns, Leandrinho Barbosa, que pecó de inocente al atender la llamada de un supuesto dirigente de su equipo. Se le instaba a hacer inmediatamente la maleta para coger un avión con destino lejano. Phoenix estaba en plena gira y salió al vestíbulo casi con lo puesto. Nadie le esperaba. Tampoco a Barbosa le extrañó la llamada. Así es la vida de un jugador NBA.
No es Barbosa un jugador que haya acudido a la prensa para "rajar" de su situación en el equipo, ni ha pedido públicamente un traspaso. Esta última circunstancia queda adscrita a aquellos jugadores realmente quemados por la trayectoria de sus equipos, por la falta de oportunidades o por alguna razón meramente intangible. Aquí es donde podemos incluir a Al Harrington. A sus 28 años ya es todo un veterano con 10 años de profesional a sus espaldas. En su momento decidió dar el salto directamente desde el Instituto llamado a ser un puntal en la liga. Nada más lejos de la realidad. Al igual que sucedió con Jermaine O´Neal, el dejar a un lado la valiosa etapa universitaria le costó años de adaptación, de hacerse un hueco entre los mayores.

Una de las últimas sabias aportaciones del comisionado Stern ha sido la de no posibilitar el acceso de chicos adolescentes a la liga. Al menos deberán estar un año en la Universidad. Algo es algo.

Harrington tuvo que esperar cinco temporadas para firmar una temporada más o menos consistente. En su hoja de servicios se mezclan partidos de mérito y rabietas de niñato. Quizá el dinero rápido en una mente no terminada de cocer haya hecho mella en Al.

Si analizamos el puro aspecto técnico, estamos ante un portento físico, con una estatura envidiable y un dinamismo en su juego que le permite ser útil por dentro y alejarse más allá de los 7 metros para lanzar. Seguramente esa plenitud de recursos le ha hecho más vulnerable estos años, ya que sus entrenadores difícilmente podían ajustarle un rol a su conveniencia. Nunca ha tenido un porcentaje tan bueno desde fuera como para otorgarle el cartel de alero tirador, ni por dentro se ha esmerado en zafarse con los pívots. En esta tesitura se encontraba Don Nelson, conocido por su gusto de utilizar a jugadores no demasiado altos para posiciones interiores. Harrington reclamaba para sí el puesto de tres, para poder lanzar a su voluntad. Sus peticiones no fueron debidamente atendidas y se bajó del coche en marcha. No le eran suficientes los minutos de los que gozaba con Nelson, quería comerse todo el pastel él solito. Como pasa tradicionalmente en estos casos, se dejó ir hasta ver de forma efectiva la puerta de salida.

Recala en los Knicks, equipo en construcción en el que ha sido acogido entre dulces sábanas de algodón. Sabe que con el sistema de juego de D´Antoni tendrá libertad absoluta y disfrutará de las oportunidades de tiro negadas en el pasado. Responde con creces a la confianza y está jugando al nivel esperado hace más de 8 años. Ojalá dure.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un placer leerte...gran blog para amantes del basket. Porque no hablas de esos clásicos por los que muchos, de pequeños, nos aficonamos a la NBA... los Bird, Magic, o aquel base bajito apellidado Box...enhorabuena!!!

Anónimo dijo...

Gracias por tus palabras. Prometo escribir sobre aquella época dorada.