El impacto de Jordan en la liga fue tan rápido como su ataque a la canasta. Trabajó mucho para contar con un demoledor salto que le permitía retener el cuerpo en el aire lo necesario para destrozar las defensas. Mejoró su selección de tiros y su porcentaje en triples, superó el umbral de las siete asistencias y se consagró como excelente "ladrón" de balones. Jugador completo, serio, inteligente y brillante en los últimos segundos de los partidos.
Todo amante del baloncesto que se precie presumirá de haber tenido en su habitación algún póster de Jordan. La NBA le debe a MJ gran parte del seguimiento mundial de la liga. Hay que valorar que en su mejor momento no se contaba con la actual difusión vía internet, que favorece el auge de Lebron, Kobe, Wade y compañía. Uno se tenía que pelear con el kioskero para que no se olvidase de pedir cierta publicación absolutamente necesaria en el empeño de no perder el hilo de lo que sucedía por allá.
Los duelos con Dominique Wilkins, la pugna con los "Bad Boys", la canasta clave ante Utah Jazz, la primera retirada, el escondite del béisbol, el retorno, los Wizards y el adios definitivo. Todo ello forma parte de una memoria colectiva plagada de unos sueños que Jordan ayudó a crear.
Ahora es miembro del Salón de la Fama. En una ceremonia emotiva fue incorporado al Hall of Fame. Le acompañan en esta aventura otras rutilantes estrellas como David Robinson y John Stockton, escogidos junto a Jordan para la gloria eterna del baloncesto. Enhorabuena.