lunes, 28 de diciembre de 2009

Reconversión en Detroit

En este tiempo de crisis en el que tanto se habla del cambio de modelo productivo, del desentendimiento a la hora de firmar los convenios colectivos pendientes y de reconversiones para lograr eficiencia, podemos trasladar un discurso con ciertas similitudes a la NBA.

La liga también se ve sacudida por la agonía que vive la sociedad, y crece la nostalgia recordando momentos mejores, en los que el sueldo de la estrella de hoy era el tope salarial de la franquicia de ayer. Ahora tenemos impuestos de lujo que invitan a saltarse alegremente este tope, y se habla de veinte millones de dólares como de las ofertas 2x1 del súper de la esquina.

En este escenario, los chicos de marketing de los equipos se afanan en buscar reductos de fidelidad en las mentes de los aficionados, ofreciendo alitas de pollo y refrescos a cambio de rellenar los vacíos en las gradas.

Me quiero detener por lo simbólico que tiene el asunto, en la situación de los Pistons. Detroit, cuna de la industria del automóvil en los Estados Unidos, ha sido golpeada duramente por la crisis, obligando a las fábricas a despidos masivos, a congelar sueldos y a reconvertir parte de la producción de las empresas accesorias de recambio de componentes.

Los Pistons sufren esa reconversión. De equipo ganador a proyecto de futuro en muy poco tiempo. Joe Dumars ha ido moldeando una figura que no podrá ser vista esta temporada. El cambio de Billups, la nefasta huella dejada por Iverson, el desencanto de "Rip" Hamilton, el ocaso de Ben Wallace. Todo ello aumenta la inquietud y refuerza a los críticos.

El lado más liviano de la balanza, el de los futuribles, contiene un escaso margen para la sonrisa. Prince no termina de asumir el rol de Billups. No es feliz y se le nota. La estadística nunca falla en este aspecto. Los números siempre van ligados al estado emocional del jugador.
En el puesto de base, el más discutido, Stuckey va tomándole el pulso a la competición. La presión de asumir el papel del antiguo director de juego supone una carga a veces demasiado pesada.

De entre las dudas surge una esperanza blanca. El rookie Jonas Jerebko evoluciona bien, cogiendo responsabilidad paulatinamente. Puede ser intenso en el rebote, corre bien el contraataque y anota triples con relativa facilidad. El sueco debe gastar más horas en el gimnasio para convertirse en auténtico referente, aunque por lo visto hay motivos para estar satisfecho de la extraña elección de Dumars. Sin cartel en Europa y sin nombre ni rango en la NBA, es de lo poco que se puede salvar en el equipo del entrenador también novato, John Kuester.

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