domingo, 13 de diciembre de 2009

Oasis en el desierto

Pocos auguraban un comienzo tan provechoso en Sacramento. Ni los propietarios, los Maloof, ni el GM Petrie, ni la afición, ni los propios jugadores. Westphal aparecía en medio de este lúgubre solar como un paracaidista sin cantimplora para guiar a un puñado de jóvenes imberbes hacia un camino seguro.

La lesión de Kevin Martin tampoco era precisamente un elemento estabilizador para una franquicia huérfana de éxitos y sin un rumbo definido. Los brillantes momentos vividos en la época de Adelman habían caído al más profundo de los olvidos.

La decisión de Petrie de entregar el mando a Paul Westphal levantó más de una suspicacia. Un entrenador con una predilección especial para el ataque quizá era la mejor opción para recuperar algún hueco vacío en la grada, aunque generaba bastantes dudas en cuanto a la progresión de ciertos jugadores.

Diez partidos ganados a estas alturas supone un paso grande, insuflar ánimo a gente como Nocioni, Hawes o Greene, y una nueva vida para el novato Casspi y nuestro Sergio. El israelí está cumpliendo las expectativas, midiéndose cada noche en un puesto comprometido a jugadores de gran nivel.
Sergio demuestra que con minutos y confianza puede responder perfectamente, alejado de un rol controlado y defensivo. En Sacramento gusta y mucho el tipo de juego que el español lleva en la sangre. De momento ya ha registrado la mejor anotación de su carrera en la NBA y va ganando enteros entre la hinchada, sus compañeros y el entrenador. Es un complemento perfecto para lo que ofrecen el fibroso Tyreke Evans y el tirador Udrih. Es complementario y me atrevería a decir que les libera de cierta tensión a la hora de llevar el tempo del partido. Quizá es mucho aventurar en este momento del curso.
Lo peor de este equipo será el grado de encaje de este comienzo. Si se les va la cabeza a ciertos jugadores no habrá equilibrio en el casillero de triunfos-derrotas.

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